Los premios Oscar no son un concurso de talento con mediciones objetivas. No es posible determinar al mejor actor, actriz o director mediante indicadores mensurables. La premiación está dada por la percepción que los miembros de la Academia tengan sobre una película y la impresión que les haya dejado sus interpretaciones. Eso implica que es muy difícil que el 'mundo real' no permee las decisiones de los votantes en las que no necesariamente la película de mayor calidad o la mejor interpretación sean las que se alcen con el galardón. Esto también se ve reflejado en el 'zeitgeist' imperante que hace que una película que en su tiempo fue aclamada, sea olvidad con el paso de los años (a ti te miro Belleza Americana). Así mismo, también sucede que un artista sea injustamente menospreciado en una gala, para obtener un reconocimiento posteriormente que suena más a reparación. Por eso vale la pena analizar a aquellos artistas de la meca del cine que recibieron el ansiado galardón, pero no precisamente por la película o interpretación por la que permanecen en la memoria cinéfila.
MARTÍN SCORSESE
La gala de 2007 anticipaba un premio largamente esperado. Al podio tres leyendas vivas de Hollywood: Coppola, Spielberg y Lucas. La crónica de un triunfo anunciado. Después de tres décadas, Martín Scorsese conseguía el Oscar a mejor director por Los Infiltrados (The Departed, 2006), un ‘remake’ de Infernal Affairs (Andrew Lau, Alan Mak; 2002). Todos felices y un Scorsese pletórico agradeció este reconocimiento.
Sin embargo, surge la pregunta: ¿es esta la película por la que Martín Scorsese merecía el Premio de la Academia? Cuidado, la pregunta no es si Los Infiltrados es una buena o mala película (muy buena en mi opinión); la reflexión realmente es determinar si está es la película por la que Scorsese debió haber sido reconocido por la Academia. Mi percepción es que este premio fue más un premio “vida y obra” a la trayectoria del director neoyorquino; un aliciente por injusticias pasadas.
¿Por cuál debió haber ganado?
En el caso de Scorsese, las opciones son amplias: Taxi Driver (1976), Raging Bull (1980) e incluso Casino (1995) podrían haberle hecho merecedor del premio como mejor director sin discusión. Sin embargo, es Buenos Muchachos (Goodfellas, 1989) por la que debió haber recibido el anhelado Oscar. No solamente porque es una obra maestra que se complementa de manera fraternal con el Padrino (The Godfather, Francis Ford Coppola; 1972); sino porque ese año le sacaba una ligera ventaja a sus competidores: Kevin Costner y Danza con Lobos (Dances With Wolves), Francis Ford Coppola y el Padrino Parte III (The Godfather Part III), Stephen Frears y The Grifters y Barbet Schroeder con el Misterio de Von Bulow (Reversal of Fortune). Al final el triunfador fue Costner en la que fue su primera incursión como director.
Definitivamente el tiempo es el mejor juez y por eso vale la pena preguntarse hoy, 20 años después, que película de las nominadas ese año se conserva mejor en la memoria colectiva. Algunas incluso han sido completamente olvidadas; sin embargo, la historia de Henry Hill (Ray Liotta) y su particular ascenso en un mundo sórdido pero al mismo tiempo fascinante, perdura aún en nuestra memoria.
AL PACINO
Ooh ahh…
En una carrera que abarca ya cinco décadas para el que es considerado, por lo menos en gran parte de su trayectoria, como uno de los mejores actores de su generación, es pasmoso que su reconocimiento por parte de la Academia, venga por una película que vista en el conjunto de la filmografía de este actor, sería considerada menor. Perfume de Mujer (Scent of a Woman, Martin Brest; 1992), es una competente película en la que Pacino interpreta a un militar retirado con discapacidad visual. Es también el lanzamiento al efímero estrellato de Chris O’Donell y actualmente es más conocida por las parodias que se hacen del personaje de Pacino que por su calidad artística.
¿Por cuál debió haber ganado?
En una carrera tan prolífica como la de Al Pacino, son numerosas las cintas en las que su actuación merecería el Oscar. Sin embargo, es indudable que su personaje de Michael Corleone lo tiene ya en el Olimpo fílmico. Si bien en la primera parte Marlon Brando demostró porque es considerado como uno de los mejores actores de la historia, es en la segunda donde Pacino brilla con luz propia y demuestra de manera recia, los matices y sutilezas que exigía el guión (con permiso de Robert De Niro quien si obtuvo un merecido reconocimiento por su papel). Si bien contaba con competencia de quilates como Dustin Hoffman, Jack Nicholson, Albert Finney y el triunfador Art Carney, a la luz actual pocos objetarían su triunfo en esa velada que le hubiera reconocido justamente por un papel magistral.
SANDRA BULLOCK
De iniciar su carrera en papeles de 'adorable atolondrada', a ser la chica de al lado pasando por novia de América, Sandra Bullock ha tenido una carrera constante aunque con leves altibajos. Es así que en el 2010 recibió el galardón a mejor actriz por Un sueño Posible (The Blind Side, John Lee Hancock, 2009), película en la que interpreta a una madre de familia que adopta a un estudiante de secundaria, formidable para jugar al fútbol americano. La película, basada en una historia real, permite a Sandra Bullock (con cabello rubio) explorar un personaje con carácter fuerte y decidido que con la ayuda de su familia, logra sacar adelante a Michael (Quinton Aaron). La película cuenta con momentos que captan la atención, pero no deja de ser una película educolorada al mejor estilo Disney.
¿Por cuál debió haber ganado?
Este es un caso en el que la película por la que merecía realmente recibir el Oscar, llegó de manera posterior al papel por el que efectivamente recibió el galardón. Nos referimos a Gravity (Alfonso Cuarón, 2013). Esta cinta llena de innovaciones en los efectos visuales y de sonido, no hubiera tenido el mismo impacto de no ser por la impecable actuación de Sandra Bullock. Su recursividad y perseverancia, permite al espectador mantener la esperanza en un ambiente opresivo en el que el caos y la angustia reina. Ella carga con el peso del argumento en la mayor parte de la cinta y la emoción no decae por la capacidad de Sandra de hacernos partícipes de sus desventuras, así como de su capacidad de improvisación.
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